miércoles, 16 de noviembre de 2016

Monumento histórico al olvido. Torre de Talero Neuquén Argentina.

La torre de Talero se termino de construir en 1906. Perteneció a Eduardo Talero. Una familia la cuido por muchos años pero el gobierno municipal de Neuquén la compro solo para abandonarla a su suerte. Victima del saqueo y el olvido la torre se va convirtiendo en polvo.
Edaurdo Talero de origen colombiano fue ministro de gobierno durante la fundación de Neuquen como capital de la provincia del mismo nombre. Pero fue poeta y escritor y a continuación les presento su poema dedicado a su amada torre. 

"Mi Torre"
No por rancia soberbia de casta,
Ni por necios orgullos de hidalgo abolengo
Que el vivir campesino no gasta,
He planteado mi torre en paraje tan luengo.
No pretende bizarros donaires
Ni alardean blasones con garras y gules;
¡No, mi Dios! Tú bien sabes que sube a los aires
Invocando a los cielos azules
La paz y el silencio sereno
Que huyeron a tiempo del haz de la tierra.
Por eso mi torre se eleva cual vaso moreno
Y humilde de piedra labrada en la sierra
Vecina, donde hay
Huesos de caciques y roqueños rastros
De cuando fue lago nuestro azul Limay
Y era el valle ensenada florida de astros.
Mi torre es humilde porque es hecha con barro de América
Y no con los bloques sangrientos de Europa
Porque no es trofeo de gloria quimérica
Sino de esperanzas viriles la copa.
Es verdad que se eleva con el mismo orgullo
Con que el medioevo clavaba sus torres de guerra,
Pero aquí las grietas con nidos de arrullo
Donde las calandrias su vecina sierra
Reconocen en cada pedazo de roca desnuda;
Es verdad que en mi torre también hay almenas,
Pero en ellas el cañón sus rencores no escuda
Sino guardan su miel las colmenas.
Mi torre no acecha en los campos
La vida medrosa que tiembla en las chozas,
Sino baña su cumbre con célicos campos
O con nieblas sahumadas en senos de rosas.
No espía enemigos.
Mi sólida torre,
Más sí arroja con vahos de sombra los trigos
Porque en ellas el dulce milagro la escarcha no borre.
Sombreada con humos de ocasos absortos
(su altura no pasa de catorce metros)
¡Cuánto disminuye la grandeza! Cortos
Se divisan triunfos, mandatarios, cetros.
Más si están las almenas mojadas de aurora
Y los nidos jocundos preludian su música sacra,
El cristal difundido en el aire colora y ensancha la vida de la chacra;
Entonces el potro asemeja a lo largo centauro altanero.
Salón opulento de damas parece el jardín,
Los peones broncíneas estatuas, y en el gallinero
Las crestas son brasas y el canto clarín.
Su terraza es banquete de ráfagas puras
De las primaveras jadeantes carmíneas
Que el valle cobija entre sus boscosas riberas obscuras
Y sus serranías de onduladas líneas,
Cuando empañan los hombres los espejos de vida sonriente
Y manchan el aire con frases infectas,
Es bello en mi torre respirar bocanadas de ambiente
Filtrado en olanes de cumbres erectas.
Si esta su terraza regada de azares de luna,
Cuántas noches los ojos amados y amantes
Han mirado al través del cristal de los Andes la cuna,
La infancia los goces ya idos, las tumbas distantes,
Los tórridos bosques de altivas palmeras
-Hoy ¡ay! que jumbrosos de melancolía
Donde el “ave negra” troncho las delicias primeras
Que soñara en Colombia María…
Si a mi torre por hosca y salvaje la gente la insulta
Como a india que vino de la sierra al llano,
Yo les digo que sabe de ensueños y es culta,
Porque ya en sus grietas las notas del piano
Le dejaron perlas de las sinfonías,
Le dejaron timbres de canzonetas,
Le dejaron sedas de melancolías
Y recitaciones de dulces poetas.
En sus piedras que son de los Andes vestigio,
¡Oh piedras amadas! De América partes,
Ni carne ha logrado sentir el prodigio
Soñado por todas las artes.
Sentir que en las propias arterias palpita
La vida de un mundo.
Y saber, saber bien que en la piedra medita
Nuestro yo misterioso y profundo.
Por eso, tendido en mi torre
He sentido el placer inefable que siente
El fuego que el cuerpo del Ande recorre,
Prestando una tumba que fuera todo un continente…
Mi carne tan frágil y tierna
Al lado de mole que afronta los siglos, tan fuerte,
Se acostumbra a mirar del abismo la verdad eterna
Y a mirar con desdén elegante la muerte.
Al ver esa cal y esa roca
Pienso en todos los muertos que me han precedido en la tumba
Y en el acre sabor de la tierra que llene mi boca
Cuando al último sueño mi cuerpo sucumba;
Pienso verme tornar de mi nueva existencia
En el viento que gima baladas contra esos cristales
Que entre el mundo exterior y mi propia conciencia
Sirvieron de filtros lustrales.
Pienso ver proyectada en el muro
La sombra de seres que habiten entonces mi estancia,
De seres que nazcan allá en lo futuro,
Cuando de mi nombre no quede ni débil constancia.
Mi torre no es gesto de orgullos,
Mi torre es un trozo sensible de sierra,
Mi torre es el único rastro durable que dejo en la tierra
De mi amor por los cielos… los campos… los dulces arrullos…
Eduardo Talero - Neuquén –“La Nación”, 7 de noviembre de 1916 - En: “Nueve lustros Álbum Conmemorativo de la designación de Neuquén como Capital del Territorio en su 45º Aniversario.”